Reseña del Taller “Inteligencia Emocional para Profesionales Sanitarios”.
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El reto para el ponente ha sido básicamente que había muchas necesidades diferentes relacionadas con la asertividad, la comunicación con el paciente, la gestión de las consultas, el manejo de situaciones difíciles e incluso el trabajo en equipo. Los cursos que hemos realizado en el Colegio de Médico de Zaragoza para trabajar estas competencias nos llevaban una media de unas 15-20 horas, así es que en un par de horas sólo hemos podido ocuparnos de algunos elementos clave que han surgido del propio grupo.
En cualquier ámbito de competencias humanas, la habilidad que siempre está presente y que fundamenta a todas las demás es la ATENCIÓN, así es que si no podemos dedicar mucho tiempo a mejorar específicamente algunas de nuestras competencias comunicacionales y de autogestión emocional, lo ideal sería que cultiváramos la calidad de nuestra atención tal y como se trabaja en Mindfulness y en Teoría U (este tema lo hemos desarrollado ampliamente en este blog y para quienes estén interesados pueden encontrar material explicativo diverso o ponerse en contacto con nosotros).
La calidad de la atención, la disposición anímica para estar centrados y orientados hacia las necesidades del paciente se va resintiendo a lo largo de las consultas debido a diferentes factores como cansancio, sobrecarga de trabajo, excesiva presión asistencial, interrupciones frecuentes, malas actitudes de algunos pacientes... Estas circunstancias hacen que incluso los participantes en el taller (que han mostrado un altísimo nivel de compromiso con el paciente) puedan mostrar signos de fatiga y representar un riesgo de burnout. Uno de los desafíos que hemos explorado a propuesta de una participante es su elevado nivel de auto-exigencia que le hace atender pacientes en condiciones contrarias a sus criterios para no dejar carga de trabajo a los compañeros de la tarde. Entre educar a los pacientes a que respeten los horarios y el intento de no dejar trabajo para la tarde, siempre se prioriza este último provocando malestar en la profesional. Conviene recordar que los profesionales que se queman son los comprometidos, por eso es importante aprender a cuidarse. Nuestros avances personales en autoconocimiento y el autocuidado también aumentan nuestras destrezas para ayudar al paciente a que cultive su propio autocuidado y maneje mejor su enfermedad. La elevada autoexigencia nos mantiene vivos profesionalmente y si se “aliña” con un poco de autocuidado y una actitud amorosa hacia nosotros mismos, puede dar unos frutos muy saludables en la Atención Primaria, tanto para los afortunados pacientes como para los propios profesionales. En Comunicación, no hay recetas válidas como MBE para todo el mundo, cada profesional ha de encontrar lo que le resulta efectivo según su personalidad, experiencia, circunstancias... Hay un movimiento básico que es abrir la mente y explorar opciones diversas. En el caso reseñado, una opción para explorar sería atender sólo a una parte de los pacientes que vienen fuera del horario e ir practicando asertividad hasta que se adquiera un control razonable sobre la situación.
Un desafío clave para desarrollar la Inteligencia Emocional es reconducir nuestra atención del habitual “modo mental” a un modo empático, más sensible con nosotros mismos y con el paciente. Dicho llanamente: bajar de la actividad del “cerebro con piernas”, al corazón. Como profesionales sanitarios estamos continuamente trabajando con datos, investigaciones, tareas que nos exigen capacidades mentales analíticas y a la vez tenemos desatendidos a nuestro cuerpo, que va acumulando tensiones que suelen pasar desapercibidas. Pasar del pensar al sentir, suele ocurrir cuando ya estamos muy cargados emocionalmente y las emociones desbordan el control que ejerce nuestra mente. Aprender a sentir sin perder la capacidad de análisis es un gran reto para los profesionales sanitarios. Si aprendemos a reconocer nuestras sensaciones corporales, nuestros estados de malestar, disconfort, fatiga,... los podemos integrar en nuestras habilidades para sostener la consulta. En este sentido, una manera de conservar la salud física y anímica es realizar deporte o más específicamente tai chi, chi kug, yoga, baile, euritmia o teatro.
Otro elemento que hemos trabajado es la cuestión de la vulnerabilidad. Cuando abordamos la vulnerabilidad desde la óptica de la Teoría U la consideramos como una meta-habilidad que indica un elevado grado de desarrollo interior. Animamos a reconocer nuestra propia vulnerabilidad como cauce para llegar a un mayor nivel de intimidad con uno mismo y en nuestras interacciones con otras personas. En la práctica médica, la vulnerabilidad de los profesionales sanitarios viene de que no suele existir un filtro que “desactive” o disuada a los pacientes enfadados de mostrar actitudes de amenaza o agresividad hacia los profesionales. Es más una sensación de indefensión. Esta sensación incómoda tiene dos caras, una de ellas requiere el cultivo de la autoconfianza y la seguridad que se adquieren con la meditación y el trabajo corporal: la presencia serena, desde la cuál se puede sostener una conversación asertiva que vaya desactivando el enfado. No cabe duda de que las situaciones verdaderamente difíciles requieren un alto nivel de competencias en este sentido. La otra parte de la vulnerabilidad es sistémica: tiene que ver con la organización sanitaria, con el propio equipo. En este sentido, mi propuesta es que cada persona individualmente cultive su autoconfianza y además, que se trabaje la cuestión de la seguridad en el marco de los equipos y se exijan las medidas pertinentes a las instancias superiores. No vale que sintamos que nuestros jefes no han hecho caso de este tema hasta ahora, la protección de los profesionales es un asunto de primer orden que ningún directivo soslayaría si se plantea de la manera adecuada.
Dentro de las estrategias de atención a los pacientes agresivos, la clave está en seguir los pasos de la “Entrevista semi-estructurada” que permite una atención personalizada, preguntas abiertas para conocer empáticamente la causa del enfado del paciente, reconociendo si fuera el caso los posibles errores que hayamos cometido nosotros o la organización a la que pertenecemos (disculpándonos en nombre de la organización) y sobretodo reconduciendo la situación hacia los objetivos de mejora de salud del paciente ofreciendo la atención necesaria para subsanar el problema. Si el paciente llega gritando, es tan mala estrategia gritar más que él como hablar bajito, ya que lo habitual es que el paciente sobreactivado perciba un tono bajo como indiferencia, casi una provocación. La estrategia ideal es dirigirnos hacia el paciente manteniendo una adecuada distancia de seguridad y hablar en un volumen alto, pero menor a su volumen e ir bajándolo progresivamente, de esta manera, se va desactivando la situación. En estas situaciones complejas, el manejo corporal, la comunicación no verbal de nuestra seguridad interna reflejada en nuestra postura de aplomo y seguridad es clave. La práctica de “Social Presencing Theatre” es una ayuda para tomar conciencia de nuestra expresión y una ayuda para manejar estas situaciones. El último recurso es expresar como nos sentimos ante la presión de pacientes exigentes, maleducados, etcétera sin entrar a competir con sus emociones, es una oportunidad para bascular el foco. Si la situación se ha deteriorado, quizás sugerir un cambio de profesional sea la opción.
El entrenamiento con las habilidades de autogestión emocional y comunicación con el paciente sirve igualmente para la comunicación en los equipos sanitarios, aunque en estos casos se requieren algunas destrezas específicas que requieren más tiempo que el que tuvimos disponible en el taller y que pueden quedar para futuros encuentros.